¡¡GANA LOCAL, SE PAGAN LAS APUESTAS!!.

Nuestro amigo de "Relatando el Cuento" y otras web donde escribe, Enrique Muñoz Abarca, nos envía un Cuento donde relata los sinsabores y las vicicitudes del automovilista en este Santiago del Nuevo Extremo, que es más extremo para transitar por sus calles.
¡¡ Vamos con Enrique y su historia!!

¡¡GANA LOCAL,  SE PAGAN LAS APUESTAS!!

Las citaciones decían: Presentarse al juzgado correspondiente a las 8:00 a.m. 

Parecía que todos los “parteados” por alguna infracción a las leyes del tránsito, habían tenido la misma idea genial: llegar lo más temprano posible para así sacar el trámite en tiempo breve.  Así lo demostraba la cola de más o menos trescientas almas que se amontonaban, antes de las siete de la madrugada, en la puerta de entrada del Juzgado de Policía Local correspondiente a la Municipalidad de Santiago.

Sin embargo, un cartel a la entrada aclaraba que el horario de atención comenzaba las nueve de la mañana, de manera que en el local mismo penaban las ánimas y no quedaba otra alternativa que acortar la larga espera con café y un sándwich o una sopaipilla que ofrecían los vendedores ambulantes que merodeaban por el sector.

Como todos los ahí presentes compartían un destino común, no quedaba otra que acortar el tiempo conversando y compartiendo comentarios sobre el tema. Cada uno, según su propia naturaleza y circunstancias, entregaba referencias de su caso particular.  Algunos con abundantes detalles, otros alegando a la mala suerte; más allá uno que despreciaba abiertamente la Ley y lucía un envidiable prontuario de partes y parecía orgulloso de su experiencia al respecto.  Conocía de memoria la tabla de cobros y era muy atento en cuanto a dar referencias a los primerizos. 

Un tipo silencioso intervenía de manera breve y toda su reflexión se orientaba a que si era muy cara la multa, se quedaba sin ni medio para el resto del mes y la empresa donde choferiaba lo había amenazado que al próximo parte se quedaba sin pega. 

Mientras tanto, otro alegaba contra el sistema con un por qué cresta no se crea un mecanismo más expedito.  La respuesta de un abuelo fue que él trató de “arreglarse” con el carabinero, de manera directa, y que casi lo mete preso por ese tipo de insinuaciones y el grupo en pleno corroboró que los pacos serán duros de corazón a la hora del parte, pero todavía muy honrados frente a la posibilidad de coima.  

 El tema lo remató un chico gracioso con cara de laucha que dijo que por eso cuando le pedía un bistec al carnicero, le advertía que se lo diera “corazón de abuelita” y no “corazón de carabinero”.  Las risas fueron abundantes mientras se discurría el próximo tema.

Pero había un personaje que se ganaba toda la atención en la tertulia improvisada.  Era un gordo sesentón de elevada estatura y voz altisonante, en cuyo rostro y aliento se evidenciaba el consumo frecuente de bebidas espirituosas.  Se notaba “la marca del Zorro”. Contaba su caso de manera enérgica y convincente, con lujo de detalles y poniendo énfasis en que lo habían tratado de manera injusta y arbitraria.  

 Amenazaba que la cosa no iba a quedar así porque hablaría con el Juez para poner las cosas en su lugar.  Reconocía que en el parte quedó estipulado que conducía en estado de embriaguez y que le había producido una lesión en el pie al representante de la Ley porque lo había pisado con una rueda al momento del control.

¿Curado yo –dijo – pero si apenas me había tomado dos combinados livianitos, casi sin malicia y esa tal lesión no fue más allá de pellizcarle la punta del zapato.  No… el paco le puso mucho color y seguramente en la posta me alteraron el resultado de la alcoholemia y lo favorecieron constatando una fractura en el dedo gordo. ¿Adónde, si apenas lo rocé…

Los oyentes seguían el relato con gestos de sorpresa o de aprobación, pero en el fondo nadie le creía y todos pensaban que los argumentos eran de un nivel de frescura envidiable.

En algún momento ya se divisó un poco de actividad al interior del Juzgado. Los funcionarios se repartían por las secciones correspondientes mientras daban cuenta del último café antes de iniciar la jornada.

Nueve de la mañana.  Se abrieron las puertas y la turba se precipitó al interior, buscando según el código del parte, la ventanilla correspondiente.  Los primerizos se quedaron como pollos recién nacidos, sin saber hacia qué lugar dirigirse, hasta que un alma piadosa los orientara al destino correspondiente.

El gordo de la infracción grave quedó en los primeros lugares de una de las filas parciales y seguía ventilando su caso y amenazando que le iba a exigir al actuario que lo pasara con el Juez para poner las cosas en claro. El funcionario empezó a atender a los primeros infractores y el gordo, a los pocos segundos, ya estaba entrando a la oficina del Magistrado para exponer su caso. Afuera se cruzaron apuestas en cuanto al resultado. Alguno dijo que apostaba a local porque se notaba que el gordo tenía la sopaipilla bastante pasada y el juez lo iba a notar en primera.  Otros apostaron a visita porque el gordo parecía buen argumentador y seguramente le iba a vender la pomada al juez.

No pasaron más de treinta segundos y el gordo ya venía saliendo, más colorado que nunca, el pelo revuelto, transpirado y blasfemando a voz en cuello, como pidiendo una explicación y que el mundo se enterara de las injusticias que se cometen con los inocentes. ¿Qué les parece –espetó – el huevón ni me escuchó, tengo que pagar las lesiones del paco y me suspendió la licencia por un año…no, yo no me quedo así no más…voy a mandar una carta al Mercurio!!

Y el mismo chico gracioso con cara de ratón, que estaba en la misma fila remató: 

 ¡¡Gana local …se pagan las apuestas!!